EL BARCO DEL NORTE
A la una la botella está vacía;
a las dos, el libro fue cerrado;
a las tres, los amantes yacen separados,
ya realizado el comercio del amor.
Y ahora las luminosas manecillas del reloj
indican que son más de las cuatro,
esa hora nocturna en que los vientos vagabundos
sacuden la oscuridad.
Y me muero de ganas por dormir;
tanto que apenas puedo creer
que el río silencioso que sale de la cueva
no sea poderoso ni profundo;
sólo una imagen elegida para presumir.
Me acuesto y espero la llegada de la mañana y de los pájaros,
los primeros pasos bajando por las calles todavía sin barrer,
las voces de las niñas abrigadas con bufandas.
XIX
(la hermana fea)
Subiré los treinta peldaños hasta mi pieza
y me acostaré en mi cama;
dejaré que la música, el violín, la trompeta y el tambor
lentamente duerman mi cabeza.
Ya que en la juventud no fui embrujada
ni conducida hacia el amor,
escucharé a los árboles en su amable silencio,
al viento que se agita.
XXIV
Amor, debemos separarnos: que no sea
terrible ni amargo. En el pasado
hubo demasiada luna y autocompasión:
dejemos que esto termine así: nunca antes el sol
atravesó el cielo de manera más intrépida,
nunca antes los corazones tuvieron más ganas
de ser libres, de acabar con mundos y devastar bosques;
tú y yo ya no los llevamos; somos cáscaras que miran
cómo el grano se emplea para un uso diferente.
Hay arrepentimiento, siempre hay arrepentimiento.
Pero es mejor que nuestras vidas se desaten,
como dos barcos llevados por el viento, húmedos de luz,
partiendo del estuario con sus cursos ya fijados,
y que saludándose se distancian, y se pierden de vista a lo lejos.
(Fuente: Henderson Espinosa)
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