jueves, 22 de mayo de 2025

Carlos Núñez (Buenos Aires, 1955)

 

 

EL BARCO 

 

La luna hace un giro en la
melancolía de los peces,
giro a estribor
60 grados, paralelo 40,
noche marina en un barco
que difícilmente podrá atracar en algún puerto.
Ella baila, todavía baila
a contraluz mostrando sus piernas
que aparecen oscuras
que llevan el ritmo
en esta boite de lujo
cerca de la Patagonia,
con tanto oro mezclado en el bronce
     hundido desde antes
en botellas de champagne
en siluetas para smoking
como la de ella que baila;
vestida / desnuda.
Giro a babor
muerden su propio hígado
con ron cubano
-Tenemos Bacardí-
grita el contramaestre con acento francés;
y yo fui al fondo, a la panza
del barco donde hacía calor
en mitad de tanto frío.
-Aquí llueve siempre-
me dijo escorado un griego
que tenía ajenjo y despreciaba el ron.
Ella puso su clítoris
en la punta de mi lengua,
pronunció una palabra extranjera
bebió champagne
se untó con saliva
el coxis rosado, los pezones firmes,
abrió una mano sobre mi pecho oscuro
y me clavó las uñas.
Después bailó a contraluz
escupió su sed sobre cubierta
volcó mis ojos en los suyos,
la luna giraba
sobre un cardumen envenenado
y no fuimos felices;
sólo tuvimos tiempo
de mirarnos a la cara
yo un marino irregular
ella una bailarina blanca
demasiado hermosa para la calle
           /nos pagaban/
Le puse un diente de oro
Caníbal, asustado
la hinqué como un perro
y ella dijo adiós
y yo saqué sus uñas de mi pecho tatuado.
No era una lucha;
era la suerte
que nos reunía demasiado tarde.
Así que sangré,
           /para no decir/
ratas en la sala de máquinas
caminábamos sobre el oro
monedas de plata para
la diversión que tenía
los ojos tiesos sobre
su cuerpo, ahora,
a contraluz;
     dolorida y solemne
como una estaca antigua por la que han
pasado todos los condenados
              /para no decir/
Bravo, grité
y ella hundió los ojos
en el murmullo de la boite, del barco.
Bravo, dijo mi corazón
y ella miró donde yo estaba
    cuando no había nada
mientras pescaba una pieza
por 500 dólares.
Y yo volvía a cubierta
tatuado de garra, sabiendo
que era así
que no había culpa
y entonces grité bravo
al cardumen alocado
bajo la luna melancólica
que nunca supo de su estúpido poder sobre los mares
Maravilla, tu nombre,
  Nombrarte
el agujero del espejo
por donde pasa tu imagen a la mía
la mía a la tuya;
bebí tu sangre
y vacié el ron en las heridas del tatuaje.
Vos
no pudiste sobreponerte
a la soberbia de mi metáfora
y dijiste en español
  hijo de puta
amorosamente me dijiste amor
            sobre el oro y el cardumen
y los smokings que esperaban
            en la boite en el barco
que bailaras a contraluz
que te fueras con cualquiera
después del show
     por 500 dólares.
Supe en la sombra
atiborrado de ron y frío
supe
con la lentitud implacable del odio.
Supe que el verdugo era un padre temeroso
que hacía su trabajo.
Entonces sólo quedaba
unirse al entusiasmo de las fechorías
abrir la jaula de los 500 dólares
      del camarote octavo
y rescatar a la princesa
de las manos del maligno fauno
como si fuera un príncipe;
con una barreta oxidada
rompí la puerta
la cabeza del fauno
los billetes de a cien
la espesura del agrio, azulado cardumen;
luna de los ojos abiertos,
el mal tipo muerto
pagando por su muerte
se parecía a la sombra
en la que resistimos como se pudo
a los hombres de smoking
al oro contrabandeado, al champagne
hasta al dulce ron
que aún hervía en las huellas
     que clavaste en mi pecho.
Claro que morimos, los dos
muertos en la Bahía San Jorge
fuimos parte del cardumen
     por un instante;
hasta que la luna nos arrojó
a la luz de las playas
como cadáveres cualquiera
con la cara hacia el sol de la mañana.
 
***
 
del libro Vacantes en el Infierno
 
 
Ediciones Del Camino publicó (reeditó ya que la edición original fue en 1992 -Ediciones Mar Blanco-) Este libro que según dice en el prólogo Alicia Gallego es "tal vez uno de los mejores de los años 90". Me acuerdo, creo que fue antes de que se publicara por primera vez este libro, Carlos Núñez leyó en un ciclo organizado por Federico Ludueña en la facultad de psicología (en la sede de Av. Independencia) con Daniel Durand, entre otros. Y Durand dijo que le había gustado mucho lo que había leído Carlos.
Daniel Calabrese, en la contratapa, al final dice: "Venimos acostumbrados a escuchar que las historias se narran, mientras que la poesía, por su imposibilidad de someterla a ciertas categorías lógicas, a menudo la explicamos por aquello que no es, con aproximaciones vagas, del tipo quintaesencia de la literatura. Pero aquí no hay conflicto. Este libro, esta confesión de Carlos Núñez, viene a decirnos que sus historias y su poesía se necesitan entre sí. Y nosotros a ellas".
***
 

(Fuente: Marcos Herrera)

No hay comentarios:

Publicar un comentario