
A mi hija
Si tuviera otra vida, estaría cantando en el Caffé Raffaella. O simplemente ahí sentado. O bien de pie, como si fuera un mueble en un rincón, si acaso esa vida resulta ser un poquito menos generosa que la otra. Y en parte, porque desde ahora ningún siglo se las podrá arreglar sin jazz o cafeína, soportaré este daño, y a través de mis grietas y mis poros, cubierto de barniz y de polvo, te veré en veinte años, en la flor de la edad. Lo importante es que sepas que andaré por ahí. O más bien que un objeto inanimado podría ser tu padre, más aún si acaso los objetos son más viejos que vos, o más grandes. De modo que vigilalos siempre: te juzgarán, sin duda. Amá esas cosas, con encuentro o sin encuentro. Además, es posible que aún recuerdes alguna silueta o un color, mientras que yo hasta eso voy a perder con el resto del equipaje. Por eso estos versitos un poco acartonados, en el idioma que tenemos en común.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg Dib
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