SOL ROJO
Wamani, Salkantay, Pachacamac, Jehová, Intiyaya,
clamores rojos de fuego del hombre peruano,
ígneos y poderosos como lava de volcán y el aymara,
que se levanta con el quechua revolucionario
de la teoría divina recogida en el azar blanco de
la nada,
y convertida en destino por el Destino, por Jehová,
por Tatito, de la fábula dorada
y el Paititi.
Más allá de la jungla del Amazonas,
más allá del océano esmeralda y turquesa de Pacífico,
más allá del cielo profundo y azul de los Andes,
aparece la mirada ceñuda y penetrante del Wamani,
de la montaña más bella del mundo: Alpamayo de
Chavín de Huántar,
del Espíritu primordial en el cóndor blanco,
pensando y desando, convirtiendo el sueño en realidad,
munayniyoq, diciendo
Y viene con ira el Inkarrí munayniyoq, diciendo,
con el espíritu dispuesto, con la novia Jerusalén
dispuesta.
Con Machu Picchu vertiginoso, que juntó su cabeza con
el cuerpo
en el Cuzco, lanzando la barreta de oro
hasta llegar a Lima, la boca del mundo.
Porque Pachacamac juntó a los indios, cholos y serranos
de todo del Perú,
invadiendo Miraflores y cercando el Palacio de Gobierno,
jajayllas, riendo, como el danzante de tijeras
como el Wamani esplendoroso, blanquitos, diciendo,
gringuitos, riendo...
Porque Wamani es Wamani, porque la antara es de Jehová
porque Atahualpa ya pagó su culpa, y renacerá el imperio
con Pachacútec II, con el cetro de oro, plata y bronce
del Munayniyoq, con las tres mujeres de oro, plata y bronce
de Inkarrí, naciendo en Lima la esperanza
de los quechuas y aymaras, de los cashibos
y peruanos y de la selva, de los proletarios y
revolucionarios de la ciudad y el campo.
Porque ya volvió Inkarrí, porque ya se juntó
su cabeza atormentada y su cuerpo flagelado,
porque resistió a las quinientas inyecciones del psiquiatra,
y a la tortura en una comisaría de Lima,
porque estuvo a punto de morir a golpes en su propia casa,
porque sufrió lo indecible por Apu Kantuta Rimak,
porque defendió al justo y al Hijo del Hombre
en las reuniones y lugares públicos,
porque no temió decir la verdad
en las calles, en la universidad, en los templos, riendo,
porque Jehová lo hizo puro y santo minuto a minuto,
y puso a la muerte cerca de su vida,
porque Dios habla con él a cada instante, a través de la
Escritura,
desde hoy y para siempre, desde el tiempo del relámpago
en el cielo de Lima.
Sol rojo (1985-1987)
***
Este
poema de Iván Suárez Morales lo incluí en Aguas móviles. Antología de
poesía peruana 1978-2006 (Lima: PDA/ Casa de la literatura peruana,
2016) y es uno de los poemas hasta
ahora no estudiados en el contexto de la violencia política en el Perú y
creo que leerlo en paralelo a las terribles circunstancias por las que
pasa el Perú de hoy día le da más actualidad al poema.
Iván
Suárez Morales (Lima, 1954-¿?). Estudió literatura en la Universidad de
San Marcos. Publicó: Poemas de Dios (Primer Premio de la Federación de
Estudiantes del Perú en 1980. Editado por Lluvia editores, 1987) y
Porque la muerte vive (Prólogo de Marco Martos-epílogo de Víctor Hugo
Velásquez Cabrera. Lima: 1990). Perteneció a la Misión Israelita del
Nuevo Pacto Universal que fundó Ezequiel Ataucusi. Su paradero actual es
desconocido. Se manejan tres teorías: puede ser que el poeta falleció
como una consecuencia derivada de un problema de salud mental o que el
poeta sea un desaparecido producto de la violencia política en el Perú o
que haya decidido internarse en alguna comunidad remota en un
voluntario exilio.
Paul Guillen
(Fuente: Paul Guillen)
No hay comentarios:
Publicar un comentario