Balada de la última ofrenda
Me niego a que se pudran estas venas
por las que mis padres y otros míos
navegan viniendo desde tan lejos;
con los que miro y lloro;
para estos pies
que beben andando sobre la tierra
la sed de los caminos;
no se volverán carroña, merienda
de gusanos, este cerebro
ni este corazón cuando yazgan sin irrigación, inmóviles;
nacieron mis brazos para abrazar. Llegará el día
de abrasarse; incinerar lo que quede de este cuerpo;
no sabe hacer otra cosa que arder,
ese es su destino,
ese es el incienso que ofrendaré a los dioses.
(Fuente: Hugo Toscadaray)
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