El gato que vuela & otros poemas |
Naomi Shihab Nye (1952) es una poeta, compositora y novelista estadounidense de raíces palestinas. Ha publicado poesía, narrativa y libros ilustrados. Aunque se denomina a sí misma una “poeta errante”, se refiere a San Antonio como su hogar. Nye recibió el premio NSK Neustadt de literatura infantil 2013 en honor a todo su trabajo como escritora, y en 2019 la Poetry Foundation la designó Poeta Laureada de los Jóvenes para el período 2019-2021.
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〈Versiones de Denise Griffith〉
Hola
Algunas noches
la rata de dientes afilados
emprende su largo camino de regreso
al cuenco de los duraznos.
Se para sobre la mesa del comedor
hincando el diente
bebiendo la pulpa
de cada superficie afrutada
a sabiendas de que gritarás
al interpretar este mensaje.
Es su único texto,
robar y robar a oscuras,
irse antes de que despiertes
y tus pies gigantes
comiencen a hacer que el piso cruja.
¿Dónde está la madre de la rata?
El padre, el nido jironado,
¿qué respiro tuvimos
cuando nació la rata,
cuando apuntó su hocico tembloroso
al techo y al remache y a la piedra?
Le puse los nombres del diablo,
nombres chamuscados y chirriantes,
no acostumbraba entrar a esos cuartos
sin un bastón como guía,
me apoyaba en la luz, temblando,
y la tierra húmeda bajo la casa,
las colas colgantes de humo,
dijeron que estaba en el armario,
el cajón de las velas,
su hocico era una mecha.
¿Cómo fue que solíamos convivir
con nuestros zapatos tristes y escondites,
nuestro cerrojo en la puerta
y sus delicadas patas con dedos
capaces de asir y agarrar,
la tabula rasa de su pelaje
y la almohada contra la que apretábamos nuestras caras?
Esa cama que fue un barco se hunde.
Y las orillas de la mañana emergen
revestidas de pequeñas sombras,
cosas que nunca quisimos ser, o conocer,
y todas las ratas nos saludan con un hola.
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Hello
Some nights
the rat with pointed teeth
makes his long way back
to the bowl of peaches.
He stands on the dining room table
sinking his tooth
drinking the pulp
of each fruity turned-up face
knowing you will read
this message and scream.
It is his only text,
to take and take in darkness,
to be gone before you awaken
and your giant feet
start creaking the floor.
Where is the mother of the rat?
The father, the shredded nest,
which breath were we taking
when the rat was born,
when he lifted his shivering snout
to rafter and rivet and stone?
I gave him the names of the devil,
seared and screeching names,
I would not enter those rooms
without a stick to guide me,
I leaned on the light, shuddering,
and the moist earth under the house,
the trailing tails of clouds,
said he was in the closet,
the drawer of candles,
his nose was a wick.
How would we live together
with our sad shoes and hideouts,
our lock on the door
and his delicate fingered paws
that could clutch and grip,
his blank slate of fur
and the pillow where we press our faces?
The bed that was a boat is sinking.
And the shores of morning loom up
lined with little shadows,
things we never wanted to be, or meet,
and all the rats are waving hello.
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Intentando definir lo que no cambia
Roselva dice que lo único que no cambia
son las vías del tren. Está segura.
El tren cambia, o la maleza que crece como patas de araña
a un costado, pero no las vías.
He observado unas durante tres años, dice,
y no se curvan, no se rompen, no se expanden.
Peter no está seguro. Vio unas vías abandonadas
cerca de Sabinas, México, y dice que las vías sin tren
son vías distintas. El metal ya no tenía brillo.
La madera estaba partida y algunas de las traviesas habían desaparecido.
Cada martes en la calle Morales
los carniceros degüellan cientos de gallinas.
La viuda de la casa inclinada
sazona su sopa con canela.
Pregúntenle qué es lo que no cambia.
Las estrellas explotan.
La rosa se abarquilla como si en sus pétalos hubiese fuego.
Entierran al gato que me conocía bajo el rosal.
El silbido del tren todavía se lamenta con ese antiguo sonido
pero cada vez que se desvanece, retrocediendo
de las paredes del cerebro,
se lleva consigo algo diferente.
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Trying to Name What Doesn’t Change
Roselva says the only thing that doesn’t change
is train tracks. She’s sure of it.
The train changes, or the weeds that grow up spidery
by the side, but not the tracks.
I’ve watched one for three years, she says,
and it doesn’t curve, doesn’t break, doesn’t grow.
Peter isn’t sure. He saw an abandoned track
near Sabinas, Mexico, and says a track without a train
is a changed track. The metal wasn’t shiny anymore.
The wood was split and some of the ties were gone.
Every Tuesday on Morales Street
butchers crack the necks of a hundred hens.
The widow in the tilted house
spices her soup with cinnamon.
Ask her what doesn’t change.
Stars explode.
The rose curls up as if there is fire in the petals.
The cat who knew me is buried under the bush.
The train whistle still wails its ancient sound
but when it goes away, shrinking back
from the walls of the brain,
it takes something different with it every time.
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El gato que vuela
Nunca, con tu amplia experiencia en preocupación, te imaginaste
Todas las cosas que podrían preocuparte del gato que vuela.
Estás viajando a una ciudad lejana.
Es necesario que el gato viaje en una pequeña caja con agujeros.
¿Estará presurizado el compartimiento del equipaje?
Durante el despegue, ¿le caerá encima la pesada caja de un soldado?
¿Se congelará?
Una a una, te hacés estas preguntas, cada vez con una voz distinta por teléfono. A veces obtenés una respuesta,
a veces un clic.
Ahora esto está afectando todo lo que hacés.
Cuando cenás, te sentís mareada, como si estuvieras tragando
mucha profundidad.
En sueños, agitás cabezas de pescado, pero al gato le crecieron hélices,
¡que el gato está girando para alejarse de tu vista!
¿Se desmayará cuando aterrice el avión?
El compartimiento de equipaje, ¿es a prueba de sonido?
¿Se quedará sordo?
“Señora, si la cabina no estuviese presurizada, haría explotar a su gato”.
Y esto en un tono impersonal gracioso, ¡como si
los gatos que explotan fueran tan solo otro número!
Al abrazar al gato antes de la partida, comprendés otra vez lo que es
el lenguaje privado del dolor. Ronronea. Confía en vos.
Sabe poco de planetas o satélites,
de agujeros negros espaciales o del ingrávido ascenso del miedo.
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The Flying Cat
Never, in all your career of worrying, did you imagine
What worries could occur concerning the flying cat.
You are traveling to a distant city.
The cat must travel in a small box with holes.
Will the baggage compartment be pressurized?
Will a soldier’s footlocker fall on the cat during take-off?
Will the cat freeze?
You ask these questions one by one, in different voices
over the phone. Sometimes you get an answer,
sometimes a click.
Now it’s affecting everything you do.
At dinner you feel nauseous, like you’re swallowing
at twenty thousand feet.
In dreams you wave fish-heads, but the cat has grown propellers,
the cat is spinning out of sight!
Will he faint when the plane lands?
Is the baggage compartment soundproofed?
Will the cat go deaf?
“Ma’am, if the cabin weren’t pressurized, your cat would explode.”
And spoken in a droll impersonal tone, as if
the explosion of cats were another statistic!
Hugging the cat before departure, you realize again
the private language of pain. He purrs. He trusts you.
He knows little of planets or satellites,
black holes in space or the weightless rise of fear.
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Poesía Estados Unidos | Traducción de Denise Griffith (Buenos Aires, 1993) | Buenos Aires Poetry 2021
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