Y recordando
parientes y menesteres,
ninguno
como mi hermano Fausto.
Oficiaba de torturador
en la ESMA,
tanto a horas extras
como a horario de comercio.
Tras el aprendizaje de técnicas
y tanteos,
algunos se le murieron
antes de lo previsto,
se convirtió en dúctil
y aplaudido profesional.
En su cuarto
de la calle san Pedrito
las fotos no daban cabida
a un pedazo de pared.
S. Salgado, H. Cartier-Bresson,
Sara Facio, Skirbekk, M.,
para nombrar los más reconocidos.
¿Había 8000? No sé. Quizá exagere.
Acuciaban:
del Che, mineros chilenos, bolivianos,
sepultureros, infelices paleando sal
en la puna, cirujas, microcefálicos,
obreros reclamando
por el pan y la siempre
creciente carestía
sitios arrasados por la miseria
y la desesperación;
y, enmarcadas y azules,
unos negritos de supuesta áfrica
limosneando una colaboración
desde esos
volantes que la UNICEF,
reparte en las compañías aéreas
a modo de míseros dólares paliativos.
Mi hermano
dormía bien,
comía mejor,
fornicaba con una vieja,
y los fines de semana,
siempre y cuando
no se presentaran urgencias,
paseaba en catamarán
por el Tigre y compraba
una que otra artesanía
y dos kilos de duraznos
que ponía a la heladera
a modo de postre y satisfecha panza.
-Inédito -
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