jueves, 1 de abril de 2021

León Rozitchner (Buenos Aires, 1924 - 2011)

 

I

Mal de ojo 

 

Miraba.

La mirada fija

en la escena temida

El televisor me miraba

con su ojo de vidrio

El televisor destellaba rayos asesinos

Y yo lo miraba para darme cuenta de que era cierto

lo que ya sabía

Mi mirada dolía

la suya me quemaba

No podía creer que era verdad

aunque me lo había contado

y yo le había dicho suavemente:

te pasaste del lado de los asesinos.

La última escena

miles la miraban

Mi hijo su cuerpo y su mirada juntos

con la de los asesinos

Mi hijo a su diestra

con afecto cálido y sonriente miraba al Conductor

a su nuevo padre adoptivo

putativo

sabiendo que yo lo estaría mirando

con mis ojos en sus ojos

esos mismos ojos que de niño miraban los míos

Sabía que su madre lo estaría mirando

Que sus amigos

Que todos los que lo querían lo estarían mirando

azorados

Que todos los asesinos lo estarían mirando

complacidos

Y él se mostraba enfático y simpático

Con Patti

Con los perdularios

Con las mujeres de los militares

que engendraban abortos

hendidas gozosas por vergas

que eyaculan sangre putrefacta.

Con la prostibularia señorita fina

que había formado el Comité de Defensa de los Asesinos

que defendían a los que habían aniquilado a mis amigos

que también hubieran matado a su padre.

Pero era implacable con la buena izquierda

que ponía la cara con tal de estar en la tele

junto al caradura que los invitaba

y al que aborrecían.

Qué le habría pasado a mi hijo que yo amo tanto

qué le habría pasado

me decía

Qué había pasado al hijo que su madre ama tanto

Qué le había pasado

le decía

Sólo sé que de pronto

un lloro incontenible convulsivo

nubló mis ojos.

Un torrente de lava incandescente inesperada

arrasando todo

ascendía

desde ese lago cálido de afecto

que lo acogió y lo amó

desde que había nacido

El desgarro penetró con la mirada

para clavar el aguijón y el acero del espanto

hasta lo más hondo que estalló de pronto

Y el dolor me arrasó los ojos con lágrimas de fuego

desbordadas

y me calcinó el ojo

Me asesinó el ojo

La carne vítrea y sutil del ojo derecho

se hizo astillas

Añicos se hizo

por lo que había visto

Y una llaga viva se abrió

para no cerrarse

llaga viva que quema como agua viva marina

humor acuoso doloroso

Ya no veo como antes

pese a que el oculista me dijo:

Qué extraño, no hay nada que lo explique,

Nunca vi nada semejante

Que un ojo sano de pronto

haga una úlcera

eso no figura en los libros de oftalmología

Que raro

es el ojo humano.

Ahora

tengo cataratas en el corazón

no siento nada.

 

 

II

Mal au coeur

 

Me operé las cataratas de los ojos

Quizás sean las del corazón

las que deba operarme

Debo hacerme cirujano de mí mismo

para volver a sentir a mi hijo

más abajo todavía

de lo que veía antes

sin comprender nada.

El corazón, ahora sí lo entiendo,

tiene sus amores que el ojo no entiende

cuando espía, aterrado, los espacios infinitos

del cosmos interno

para los cuales estuvo ciego antes

tan distinto a los espacios celestes de afuera

que a Pascal lo aterraban.

Pasar por la prueba del ciego Tiresias

para ver más lejos

esa penumbra solitaria

donde todo resplandece

de una luminosidad más sabia

esa que antes se llamaba

la sabiduría del alma.

El corazón tiene una anatomía extraña

que tampoco coincide con los libros de cardiología

Debo hendir el escalpelo

de sangre hecha cristales

como espinas agudas

esas que defienden

el rosal del querer

de una canción antigua.

Debo clavarlas

más abajo todavía

hasta que aparezca

lo que más duele

el lugar inaudito e inescrito

de mis propias trampas.

Hasta encontrar en el mío

el corazón de su madre

con quien lo había gestado

allí donde ella sin juzgarlo lo ama.

Y el corazón de la mía

para volver a sentir su amorosa confianza

allí donde el suyo

sigue vivo y palpitando

confundido con el mío

y que me dijo

cuando me echaron del colegio

porque era mal alumno:

yo te querré siempre aunque seas una cucaracha.

¿Y si mi hijo se hace cucaracha

para defenderse

y defenderte?

¿y si mi hijo está solo en su combate

porque eligió hacerlo por “líneas interiores”

como táctica de guerra enamorada

después de haber vivido el horror del genocidio

cuando la izquierda

aceptó dar la vida

al grito de Perón o muerte

y así la recibieron

y se la dieron a veces a sí mismos

pese a sentir, como Paco Urondo decía,

que la vida era lo más valioso que tenemos?

¿No será la suya una nueva táctica guerrera

para corroer al enemigo implacable

residir adentro de sus propias entrañas

las entrañas del monstruo

allí donde Martí

residió sin comprender que la vida amenazada

implica no poner el pecho a una muerte anunciada?

Residir en las entrañas del monstruo es eso:

residir en las entrañas del monstruo

como él lo está haciendo

–simplemente.

¿Y si el suyo fuese un duelo sabio y solitario

estrategia implacable

del solo,

irremediablemente solo,

que por serlo debe correr el riesgo

de que su padre

o quizás hasta su madre,

y sus amigos

dejen de quererlo?

¿Y si para lograrlo tuvo que hacerse un lugar entre los enemigos

para metamorfosear tu apellido

que es también el suyo

y convertir en apellido bueno al apellido malo

y salvarte la vida al mismo tiempo que pierde la suya

mientras sigue vivo?

¿Y si la amenaza la sintió tan profunda siendo tan niño

cuando tuvo que viajar a Caracas a vivir conmigo

y tuvo que cargar con el peligro

la desazón

el miedo

el terror

por la vida de sus padres

y la suya

cuando sólo tenía quince años

cuando al mundo en derrumbe pavoroso

lo invadió la noche tenebrosa de un infierno

de balas, torturas y sangre?

Vos, su padre, eras –y sos– un hombre

como se dice “de izquierda”

y no hay matices que salven

frente al horror cuando éste se desmadra

y barre y penetra hasta lo más hondo

de un sensible corazón

de niño

herida sin sosiego

incomprensible

de quienes no sentíamos lo que él sí sentía

por nosotros

y veía con su ojo y su corazón azorado

el terror desencadenado sobre el mundo

que le habíamos dado

que a vos también te metía miedo

y disimulabas

y te evadías del peligro por líneas exteriores

huyendo a Venezuela.

¿Cómo perdonarle a tus amigos

que también fueron suyos

que no advirtieran el peligro

y que los padres hicieran oídos y vista sordos y ciegos

hacia sus propios hijos

esos hijos

como él era mío

que los amaban tanto

como él nos amaba

y creían en todo lo que sus padres decían?

Niños que también fueron aniquilados

por cumplir sus deseos oscuros e implacables

que los llevaron

hijos devotos

a asumir la muerte que el amor a sus padres pedía

en aras de la patria

patria indiferente

del Perón o muerte

estúpido y maligno

al que se habían rendido

creyendo también ser héroes

como heroica era la figura

del guerrillero heroico

que los desafiaba

para ver quien era

el más valiente.

¿No habrá conocido mi hijo acaso

porque eran muy cercanos

la ofrenda de esa hija enamorada

que desde lo alto de su casa asediada

ofreció su cuerpo

púber dolorosa

su pecho abierto

desafiante

a las balas inmisericordes de los asesinos

para salvar su honra

y ofrecerse como guerrillera heroica

para hacerse digna

del amor de su padre

que la estaría mirando

orgulloso

como yo ahora miro a mi hijo

defraudado

sin comprender nada?

¿No querría mi hijo acercarse

cuando vuelve a la Patria

a los hijos

huerfanitos

hermanitos

aterrados

confundidos

en una sociedad acobardada

indiferente

y por eso les enseñaba

una “filosofía para niños”?

¿No quería al escribir para los escolares

“Saquen una hoja”

como dicen siempre las buenas maestras

pero él para enseñarles

que saquen otra diferente

y escriban, pese a todo, lo que más les cante?

Todo tan distante e incomprensible

para la izquierda dura y empecinada

quizás lo que mi hijo hace

sea lo más valiente

porque es invisible a los ojos

de los revolucionarios.

Un camino estrecho

que solamente él asume

solo,

irremediablemente solo,

como corresponde

en la soledad absoluta y solitaria

coherencia sin testigos

para ser coherente

incomprendido

repudiado

hasta por su propio padre.

Porque al fin de cuentas

me doy cuenta

lo he amado siempre

y lo seguiré amando siempre

como mi madre decía que me amaba.

Pero recién ahora también lo comprendo

y lo llamo por teléfono

en esta tarde espesa y calurosa

para decirle

así de pronto

y como si no pasara nada

que lo quiero mucho

y que nunca dejé

ni dejaré de amarlo.

Padre y Vida

contra el

Patria o Muerte

–ahora que él también es padre.

 


Publicado en 2018


(Fuente: Lobo Suelto)

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